domingo, 7 de febrero de 2016

El “sueño americano” está dejando a los Estados Unidos

Nicholas Kristof - Servicio de noticias The New York Times - © 2014
Reproducido únicamente con fines pedagógicos.

                                             Gráfica tomada de la página www.learningpersonalized.com Abril 22 de 2015.

La mejor oportunidad de tomar la escalera a la oportunidad en Estados Unidos está en la educación. Sin embargo, un nuevo estudio pone de relieve que la escalera está descompuesta. Esperamos que a cada generación le vaya mejor, pero, actualmente, más varones jóvenes de los Estados Unidos tienen menos educación (29 por ciento) que sus padres, que los que tienen más educación (20 por ciento). Entre los estadounidenses jóvenes cuyos padres no se graduaron de la universidad, solo 5 por ciento logran pasar la universidad por sí solos. En otros países ricos, la cifra ronda el 23 por ciento. Estados Unidos está dedicando miles de millones de dólares a competir con Rusia militarmente, pero quizá deberíamos tratar de competir educativamente. Actualmente Rusia tiene el mayor porcentaje de adultos con educación universitaria de cualquier país industrializado; posición en manos de Estados Unidos en otra época, y seguimos descendiendo en esa esa lista. Estas cifras vienen del sondeo anual de educación de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE, y deberían ser todo un golpe para los estadounidenses. 

Un elemento básico del “sueño americano” es el acceso igualitario a la educación como el lubricante de la movilidad social y económica. Sin embargo, el “sueño americano” parece haber emigrado porque a muchos países les va mejor que a Estados Unidos en movilidad económica, con base en el estudio de la OCDE.  Apenas en 2000, Estados Unidos aún calificaba en segundo lugar en el porcentaje de la población con un diploma universitario. Ahora hemos bajado al quinto. Entre el segmento de la población de 25 a 34 años de edad -un atisbo a cómo calificaremos nosotros en el futuro- calificamos en el puesto 12, en tanto Corea del Sur, en otra época pobre, encabeza dicha lista. 

Un nuevo sondeo del Centro Pew arrojó que los estadounidenses consideran que la mayor amenaza para nuestro país es la creciente brecha entre ricos y pobres. Sin embargo, hemos construido un sistema educativo, dependiente de impuestos sobre propiedades locales, que provee grandes escuelas para los niños ricos en los suburbios que menos necesitan ayuda, y escuelas dilapidadas y peligrosas para niños de la pobre zona central que necesitan con desesperación una mano amiga. Con demasiada frecuencia, el sistema educativo de Estados Unidos amplifica no la oportunidad sino la desigualdad. 

Mi papá fue un refugiado de la Segunda Guerra Mundial que huyó de Ucrania y Rumania, abriéndose paso con el tiempo hasta Francia. Hablaba francés a la perfección, y París habría sido un lugar natural para establecerse. Sin embargo, él sentía que Francia estaba estratificada y ofrecería escasa oportunidad a un refugiado de Europa Oriental sin un centavo, o siquiera a sus hijos una generación más tarde, así que emprendió el camino hacia los Estados Unidos. No hablaba inglés, pero, a su llegada en 1951, compró una copia de la edición dominical de The New York Times y empezó a enseñarse a sí mismo; y después trabajó en el Reed College y la Universidad de Chicago, obteniendo un doctorado y convirtiéndose en catedrático universitario. 

Él montó el “sueño americano” hasta el éxito; lo mismo su único hijo. Pero, aunque hizo bien en apostarle a la oportunidad en 1951 en vez de a Europa, en los últimos tiempos él quizá estaría equivocado. Investigadores consideran que la movilidad económica y educativa ahora es mayor en Europa que en Estados Unidos. Eso resulta particularmente triste porque la educación igualitaria solía ser la carta fuerte de Estados Unidos. Los países europeos sobresalían en la educación de primera categoría para las élites, pero Estados Unidos abrió el camino a la educación masiva. 

Para mediados de la década de 1800, la mayoría de los estados de la Unión Americana suministraban educación primaria sin costo a la gran mayoría de los niños blancos. Marcando un contraste, incluso ya en 1870, solo 2 por ciento de los niños británicos de 14 años de edad asistía a la escuela. Después, Estados Unidos era el primer país importante, en los años ’30, en el cual la mayoría de los niños asistía al bachillerato. En un contraste, incluso hasta 1957, solo 9 por ciento de los jóvenes de 17 años en Gran Bretaña cursaba la escuela. 
Hasta la década de los 70, éramos preeminentes en educación masiva, en tanto Claudia Goldin y Lawrence Katz de la Universidad de Harvard argumentan vigorosamente que éste era el secreto del ascenso económico de Estados Unidos. Después metimos la pata, y el último informe de la OCDE pone de relieve cómo el resto del mundo nos está eclipsando. En efecto, Estados Unidos se ha convertido en la Gran Bretaña del siglo XIX: nosotros suministramos soberbia educación para élites, pero fallamos en la educación masiva.  En particular, fallamos en la educación temprana. A lo largo de la OCDE, en promedio, 70 por ciento de los menores de tres años son matriculados en programas educativos. En Estados Unidos, esa cifra asciende a 38 por ciento.  En algunos barrios se percibe que los maestros estadounidenses son holgazanes. Sin embargo, el informe de la OCDE indica que los maestros estadounidenses trabajan mucho más tiempo que sus homólogos en el extranjero.
Sin embargo, los maestros estadounidenses perciben 68 por ciento respecto del trabajador promedio con educación universitaria en la Unión Europea, en tanto el promedio de la OCDE ronda el 88 por ciento. 

Corregir el sistema educativo es el desafío para los derechos civiles de nuestra era. Un punto de partida está en recuperar los valores que nacieron en Estados Unidos y ahora han sido expatriados: que debemos a todos los niños un comienzo justo en la vida brindándoles el acceso a la escalera educativa.