El escepticismo

El término «escéptico» se aplica comúnmente a las personas con tendencia a dudar de las creencias aceptadas, o habituadas a desconfiar de la gente o de las ideas en general. En este sentido, el escepticismo puede caracterizarse como una tendencia saludable o un ejercicio propio de mentes abiertas que consiste en someter a prueba y demostrar las creencias comúnmente aceptadas. Un estado mental semejante suele ser una salvaguarda útil contra la credulidad, pero a veces también puede desembocar en la tendencia a dudar de todo, con independencia de las razones para hacerlo. Pero sea bueno o malo, el escepticismo en este sentido común es bastante distinto al escepticismo en sentido filosófico.
El escéptico filosófico no pretende que no sepamos nada (en buena medida porque pretenderlo encuentra sentada resultaría obviamente contradictorio: no podemos saber que no sabemos nada). La posición escéptica consiste más bien en cuestionar nuestro derecho a pretender algún conocimiento. Creemos saber muchas cosas, pero ¿cómo podemos defender esa pretensión? ¿Qué solidez podemos ofrecer para justificar cualquier afirmación concreta relativa al conocimiento? Nuestro supuesto conocimiento del mundo se basa en percepciones que nos proporcionan nuestros sentidos, por lo general mediadas por nuestro uso de razón. Pero ¿acaso esas percepciones no se encuentran sometidas en ocasiones al error? ¿Podemos estar completamente seguros de que no estamos sumidos en una alucinación o en un sueño, o de que nuestra memoria no nos tiende trampas? Si la experiencia del sueño es in-discernible de la experiencia de la vigilia, nunca podremos tener la certeza de que algo que pensamos que es, sea de hecho (ni de que lo que consideramos cierto lo sea). Estas inquietudes, llevadas al extremo, desembocan en los genios malignos y en los cerebros en cubetas... La epistemología, el ámbito de la filosofía consagrado al conocimiento, determina qué sabemos y cómo lo sabemos, e identifica en qué condiciones algo debe ser conocido para ser considerado conocimiento. Así entendida, puede concebirse como una respuesta al desafío del escepticismo; y su historia como las distintas tentativas de derrotar al escepticismo. A muchos autores les parece que ha habido pocos filósofos que hayan conseguido vencer al escepticismo mejor que Descartes. La posibilidad de que en el fondo no exista una vía de salida segura de la cubeta sigue proyectando una larga sombra sobre la filosofía.