miércoles, 20 de julio de 2016



¿PODEMOS CONOCER EL UNIVERSO?
REFLEXIONES SOBRE UN GRANO DE SAL
Por: Carl Sagan


La ciencia es mucho más una determinada manera de pensar que un cuerpo de conocimientos. Su objetivo es descubrir cómo funciona el mundo, detectar las regularidades que puedan existir, captar las vinculaciones que se dan entre las cosas —desde las partículas elementales, que pueden ser los constituyentes últimos de toda materia, para organismos vivos, la comunidad social de los seres humanos y, como no, el cosmos contemplado en su globalidad. Nuestra intuición no es ni por asomo una pauta infalible. Nuestras percepciones pueden verse falseadas por la educación previa y los prejuicios, o simplemente a causa de las limitaciones de nuestros órganos sensoriales que, por descontado, só1o pueden percibir directamente una pequeña fracción de los fenómenos que se producen en el mundo. La ciencia se fundamenta en la experimentación, en un ansia permanente de someter a prueba los viejos dogmas, en una apertura de espíritu que nos permita contemplar el universo tal como realmente es.

El principal rasgo definitorio de la ciencia es pensar de verdad toda cosa: el tamaño de las nubes y las formas que adoptan, incluso en su estructura más profunda, en cualquier parte del cielo para una altitud dada; la formación de una gota de rocío sobre una hoja; el origen de un nombre o una palabra; la razón de una determinada costumbre social humana, como por ejemplo el 25 tabú del incesto; por qué una lente sobre la que incida la luz solar puede quemar un papel; que razón nos hace ver un bastón de paseo como una pequeña ramita; por qué parece seguirnos la Luna cuando paseamos; que nos impide perforar la Tierra con un agujero que llegue hasta el centro del planeta; qué sentido tiene el término «abajo» en una Tierra esférica; de qué modo el cuerpo puede convertir la comida de ayer en el músculo y el nervio de hoy; donde están los límites del universo, ¿puede este expandirse indefinidamente, o no?; ¿tiene algún significado la pregunta de que hay más allá? Algunos de estos interrogantes son singularmente fáciles de responder. Otros, especialmente el último, son misterios de los que no conocemos la solución incluso en nuestros días. Son interrogantes naturales a resolver. Toda cultura se ha planteado, de una u otra forma, tales cuestiones. Las respuestas propuestas casi siempre han sido de categoría «narrativa» o «fabulada», con explicaciones divorciadas de toda tarea experimental, e incluso de toda observación comparativa cuidadosa.

Pero la mentalidad científica examina el mundo críticamente, como si pudieran existir otros muchos mundos alternativos, como si aquí pudiesen existir cosas que ahora no encontramos. Y en consecuencia, nos vemos obligados a responder por qué cuanto vemos es así y no de otra forma. ¿Por qué son esféricos el Sol y la Luna? ¿Por qué no piramidales, cúbicos o dodecaédricos? ¿Por qué tal simetría en el mundo? ¿Por qué, incluso, no tiene formas irregularmente caprichosas? Si alguien gasta parte de su tiempo proponiendo hipótesis, comprobando si tienen sentido y si concuerdan con cuanto ya conocemos, pensando en pruebas experimentales que den validez o se la nieguen a nuestras hipótesis, este alguien está haciendo ciencia. Y a medida que van tomando más y más fuerza estos hábitos de pensamiento, más a gusto se halla el individuo con ellos. Penetrar en el corazón de las cosas —incluso en el de las más pequeñas, en el de una brizna de hierba, corno dijera Walt Whitman— produce un tipo de excitación y alegría que parece muy posible que, de todos los seres que pueblan este planeta, solo puedan experimentarla los seres humanos. Somos una especie inteligente, y un uso adecuado de nuestra inteligencia nos produce placer. En este aspecto, el cerebro es como un musculo. Cuando pensamos bien, nos sentimos bien. Comprender es un cierto tipo de éxtasis.

Pero, ¿hasta qué punto podemos conocer en realidad el universo que nos rodea? A veces esta pregunta la plantean individuos que esperan obtener una respuesta de tonos negativos, que sienten temor ante la idea de un universo del que algún día se llegue a conocer todo. Planteemos de momento una pregunta mucho más modesta. No nos preguntemos si podemos conocer la naturaleza del universo, la Vía Láctea, una estrella o un mundo sino si nos es dado conocer, en última instancia y de forma pormenorizada, la naturaleza de un grano de sal. Consideremos un microgramo de sal de mesa, una partícula apenas lo suficientemente grande como para que alguien con una vista muy aguda pueda detectarlo sin la ayuda de un microscopio. En este grano de sal hay alrededor de 1E+16 millones de átomos de cloro y sodio, es decir, 10.000 billones de átomos.

Si deseamos conocer la estructura de este grano de sal, necesitamos determinar como mínimo las coordenadas tridimensionales de cada uno de sus átomos. (De hecho precisamos conocer muchas más cosas, como por ejemplo la naturaleza de las fuerzas con que se interaccionan los átomos, pero para el case nos contentaremos con cálculos de gran modestia). Pues bien, ¿la cifra indicada es mayor o menor que el número de cosas que puede llegar a conocer el cerebro humano? ¿Cuál es el límite de informaciones que puede albergar el cerebro? En nuestro cerebro quizá haya un total de 1E+11 neuronas, los circuitos elementales y conexiones responsables de las actividades química y eléctrica que hacen funcionar nuestras mentes. Una neurona típica tiene como mucho un millar de pequeñas terminaciones, las dendritas, que establecen su conexión con las contiguas. Si, como parece ser, a cada una de tales conexiones le corresponde el almacenamiento de un bit de información, el número total de cosas cognoscibles por el cerebro humano no excede de 1E+14 es decir, la cifra de los 100 billones. En otros términos, algo así como el 1 % del número de átomos que contiene una pequeña partícula de sal. Desde tal punto de vista el universo se nos convierte en inabordable, asombrosamente inmune a todo intento humano de alcanzar su completo conocimiento. Si a este nivel no nos es dado comprender la exacta naturaleza de un grano de sal, mucho menos lo será determinar la del universo.

Pero observemos con mayor atención nuestro microgramo de sal. La sal es un cristal que, a excepción de eventuales defectos que puedan presentarse en su estructura reticular, mantiene posiciones bien predeterminadas para cada uno de los átomos de sodio y de cloro que lo integran. Si pudiésemos contraernos hasta posibilitar nuestra incursión en tal mundo cristalino, podríamos ver, fila tras fila, una ordenada formación de átomos, una estructura regularmente alternante de átomos de sodio y cloro, con lo que tendríamos especificada por completo la capa de átomos sobre la que estuviésemos colocados y todas las demás situadas por encima y por debajo de ella. Un cristal de sal absolutamente puro tendría completamente especificada la posición de cada uno de sus átomos con unos 10 bits de in- formación. Evidentemente, tal estado de cosas no abrumaría en lo más mínimo la capacidad de almacenar información propia del cerebro humano.


Si el universo tiene un comportamiento regulado por leyes naturales con un orden de regularidad similar al que determina la estructura de un cristal de sal común, es obvia nuestra capacidad para abordar su conocimiento. Incluso en el supuesto de que existan muchas de tales leyes, de considerable complejidad cada una de ellas, los seres humanos gozan de la necesaria capacidad para comprenderlas todas. Y en el supuesto de que los conocimientos precisos sobrepasaran la capacidad dc almacenamiento de información de nuestros cerebros, quedaría la posibilidad de almacenar información adicional fuera de nuestros propios cuerpos —por ejemplo, en libros o en memorias magnéticas de computadora—, de modo que, en cierto sentido, seguiría siendo posible el conocimiento del universo. Los seres humanos se hallan enormemente motivados para emprender la búsqueda de regularidades, de leyes naturales, cosa por lo demás perfectamente comprensible. La búsqueda de leyes, el único camino posible para llegar a comprender un universo tan vasto y complejo, recibe el nombre de ciencia. El universo obliga a quienes lo pueblan a entenderlo. Aquellos seres que se topan en su experiencia cotidiana con un confuso revoltillo de eventos imprevisibles y carentes de regularidad se encuentran en grave peligro. El universo pertenece a quienes, al menos en cierta medida, lo han descifrado.

Después de leer, complete las siguientes ideas coherentemente según lo que está escrito en el texto

- Según el texto, la estructura del grano de sal...
- Una característica que define la ciencia es ...
- A diferencia de la ciencia, las respuestas que han dado las culturas a lo largo del tiempo ...
- Con respecto a la posibilidad de conocer el universo, el autor considera que ...
- El autor cita las palabras de Whitman para...









¿LIBERTAD O FALTA DE MEMORIA?


Baruch Spinoza 1632 -  1677 Filósofo racionalista


"Los más creen que sólo hacemos libremente aquello que apetecemos escasamente, ya que el apetito de tales cosas puede fácilmente ser dominado por la memoria de otra cosa de que nos acordamos con frecuencia, y, en cambio, no haríamos libremente aquellas cosas que apetecemos con un deseo muy fuerte, que no puede calmarse con el recuerdo de otra cosa. Si los hombres no tuviesen experiencia de que hacemos muchas cosas de las que después nos arrepentimos, y de que a menudo, cuando hay en nosotros conflicto entre afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos lo que es peor, nada impediría que creyesen que lo hacemos todo libremente. Así, el niño cree que apetece libremente la leche, el muchacho irritado, que quiere libremente la venganza, y el tímido, la fuga. También el ebrio cree decir por libre decisión de su alma lo que, ya sobrio, quisiera haber callado, y asimismo el que delira, la charlatana, el niño y otros muchos de esta laya creen hablar por libre decisión del alma, siendo así que no pueden reprimir el impulso que les hace hablar. De modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan, y, además, porque las decisiones del alma no son otra cosa que los apetitos mismos"





Dado el contenido textual anterior, somos verdaderamente libres cuando

A. Actuamos bajo nuestra conciencia
B. Realizamos nuestros anhelos
C. Hacemos realidad nuestros temores
D. Tomamos decisiones apresuradas

De acuerdo con el discurso textual de Baruch de Spinoza este contenido es de tipo

A. Informativo porque da a conocer una temática objetiva
B. Argumentativo porque contiene justificaciones válidas
C. Narrativo ya que relata ciertos acontecimientos
D. Expositivo ya que presenta un contenido preciso

El léxico empleado en el contenido del fragmento anterior es una evidencia de un estilo

A. Sarcástico y burlesco
B. Objetivo y cotidiano
C. Urbano y callejero
D. Metafórico y simbólico

A partir de la lectura anterior se puede inferir que para los escritores racionalistas

A. La experiencia es más objetiva que la razón
B. La libertad depende de la experiencia
C. La razón es más objetiva que la experiencia
D. La libertad depende de la ignorancia

En el contenido textual anterior se enfrentan

A. Acciones y temores
B. Deseos y apetitos
C. Libertad y conciencia
D. Experiencia y razón




¿QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN?





La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esa minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la coducción del otro, ¡sapare aude! !Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración.  Kant 1789.








 Miércoles, 24 de agosto de 2011  
Tomado de http://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/08/110824_especies_censo_am.shtml
Existen en el planeta 8,7 millones de especies, de acuerdo con un nuevo censo que, según sus autores, es el más preciso que se ha realizado hasta el momento.

Pero la mayor parte de esta riqueza natural aún no se conoce. Sólo se han identificado 1,3 millones de especies, lo que significa que aproximadamente el 86% de las especies terrestres y el 91% de las marinas aún no se han descubierto, según explicó el autor líder del estudio, el biólogo colombiano Camilo Mora, profesor de la Universidad de Hawaii, en Estados Unidos.

El estudio representa para el experto una "llamada de atención muy grande para la raza humana".El censo "es un avance grandísimo. Llevamos 250 años tratando de contestar la pregunta de cuántas especies existen y nuestra ignorancia era tal que pensábamos que la cifra podía estar entre 3 y 100 millones", dijo Mora a BBC Mundo.
"Nuestro desarrollo depende casi exclusivamente de especies, la comida que nos comemos, el aire que respiramos, el agua que tomamos. Imagínense lo que es descubrir que todos estos servicios se obtienen del 10% por ciento de las especies que conocemos, el 90% está por descubir. La potencialidad de encontrar especies que pueden ayudar a los seres humanos es increíble."
El científico agrega que "esos ecosistemas de los que dependemos se componen de 8,7 millones de partes de las cuales sólo conocemos 1,3 millones. Tenemos un desconocimiento completo del sistema de nuestro soporte de vida como especie".
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Para Mora, el censo es también un punto de referencia para apreciar la magnitud de la pérdida de biodiversidad.
"Es especialmente importante conocer la cantidad de especies ahora porque la actividad humana y su influencia tienen un impacto en la aceleración de la extinción", señaló Mora.
Los investigadores advierten que muchas de las especies desaparecerán antes de ser identificadas.
En un comentario que acompaña la publicación del estudio en la revista PLoS Biology, Robert May, ex presidente de la Academia de Ciencias Británica, afirma que "es un gran testamento al narcisimo de la humanidad que sepamos exactamente cuántos libros había el 22 de febrero de este año en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos (22.194.656) pero no conozcamos con cuántas especies de plantas y animales compartimos nuestro planeta".

Cálculo 

"La cuestión de cuántas especies existen ha intrigado a los científicos durante siglos", señaló Mora.
Para realizar el censo, los científicos utilizaron un nuevo método que toma en cuenta la relación numérica entre los diferentes niveles en la clasificación de especies o taxonomía.
En 1758, el biólogo sueco Carl Linnaeus creó el sistema taxonómico de clasificación que, con modificaciones, se sigue utilizando hoy en día.

ESPECIES

  • Animales: 7,77 millones (12% descritas)
  • Hongos: 611.000 (7% descritas)
  • Plantas: 298.000 (70% descritas)
  • Protozoos: 36.400 (22% descritas)
  • Algas y mohos: 27.500 (50% described)
Especies cercanas por sus características pertenecen al mismo género. Los géneros se agrupan en familias, que a su vez se reúnen en órdenes, luego clases, filos y finalmente reinos (como el reino animal).
Cuanto más arriba subimos en la jerarquía taxonómica, menos frecuentes son los nuevos descubrimientos. Es más común que se conozcan nuevas especies que nuevas clases, por ejemplo.
Los investigadores cuantificaron la relación entre el descubrimiento de nuevas especies y el hallazgo de grupos más amplios como filos u órdenes, y utilizaron esta relación matemática para predecir el número probable de especies.
"Hemos descubierto que utilizando los números de los grupos taxonómicos superiores podemos predecir el número de especies", indicó Sina Adl de la Universidad de Dalhousie, en Halifax, Canadá y coautor del estudio.
Adl agregó que con este método calcularon con exactitud el número de especies en grupos bien documentados, como los mamíferos, lo que ha demostrado la validez del método.
En el estudio participaron, además de científicos de la Universidad de Dalhousie y la Universidad de Hawaii, Derek Tittensor del Centro Mundial de Monitoreo de Conservación del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA (World Conservation Monitoring Centre, WCMC).

Más de 1.000 años

Al actual ritmo de registro de especies nuevas, identificar a los 8,7 millones de especies llevaría más de 1.000 años, aunque técnicas novedosas como el uso de códigos de barras para el ADN podrían acelerar el proceso.

En total, los científicos calculan que hay 7,77 millones de especies de animales, de los cuales 953.434 ya se han catalogado; 298.000 especies de plantas, de las que ya hay registradas 215.644, y 611.000 especies de hongos, de los cuales 43.271 están registrados.
Además, habría 36.400 especies de protozoos (organismos unicelulares) de los cuales se han descrito 8.118. Y hay 27.500 especies de chromista, que incluye a especies de algas y mohos, de los cuales 13.033 se han descrito.
No se incluyen en el estudio bacterias y microorganismos.

"Cifra conservadora"

Los descubrimientos taxonómicos pueden ayudar en el desarrollo de variedades resistentes de cultivos como arroz o trigo.
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"Teniendo en cuenta los problemas de alimentar a una población mundial en crecimiento, los beneficios potenciales de un aumento gradual de este conocimiento taxonómico son claros", dijo May.
Los autores del estudio seguirán refinando los sistemas de cálculo.
Para el director del programa de conservación del Zoológico de Londres, Jonathan Baillie, el estudio "utiliza un método creativo e innovador, pero como todo método puede tener problemas y creo que la cifra es probablemente conservadora".
"Lo importante, más allá de si no es exacta por uno o dos millones, es que sabemos muy poco sobre las especies con que compartimos la Tierra y estamos transformando hábitats naturales rápidamente, con total ignorancia de nuestro impacto sobre las especies que viven en ellos".