miércoles, 28 de septiembre de 2016




EL IMPERIO 

Antonio Negri
Michael Hardt


Nivelación 11.




CAPITALISMO, UNA HISTORIA DE AMOR





La Necesidad de un exterior


Marx analiza la necesidad constante de expansión del capital analizando primeramente el proceso de realización, y con ello la relación cuantitativamente desigual entre el trabajador como productor y el trabajador como consumidor de mercancías.  El problema de la realización es uno de los factores que conduce al capital más allá de sus límites y afirma la tendencia hacia el mercado mundial. A fin de comprender el problema debemos comenzar por la explotación. "Para comenzar", leemos en los Grundrisse, "el capital fuerza a los trabajadores más allá del trabajo necesario al plustrabajo" (p.421). El salario del trabajador (correspondiente al trabajo necesario) debe ser menor que el valor total producido por el trabajador. Sin embargo, la plusvalía debe hallar un mercado adecuado a fin de realizarse. Como cada trabajador debe producir más valor que el que él o ella consume, la demanda del trabajador en tanto consumidor no podrá ser nunca una demanda adecuada para la plusvalía. En un sistema cerrado, la producción capitalista y el proceso de intercambio están definidos, en consecuencia, por una serie de barreras: "El capital, entonces, coloca al tiempo de trabajo necesario como la barrera al valor de cambio de la capacidad del trabajo viviente; al tiempo de trabajo excedente como la barrera al tiempo de trabajo necesario; y a la plusvalía como la barrera del tiempo de plustrabajo". (p. 422). Todas estas barreras fluyen desde una única barrera definida por la relación desigual entre el trabajador en tanto productor y el trabajador como consumidor. 

Ciertamente, la clase capitalista (junto con las otras clases que participan de sus ganancias) consumirá una parte de este valor excedente, pero no puede consumirlo todo, porque si lo hiciera no quedaría plusvalía restante para reinvertir. En vez de consumir toda la plusvalía, los capitalistas deben practicar abstinencia, lo que equivale a decir que deben acumular. El propio capital demanda que los capitalistas renuncien a los placeres y se abstengan en lo posible de "gastar" la plusvalía en su propio consumo. Esta explicación cultural de la moral y abstinencia capitalista, sin embargo, es sólo un síntoma de las verdaderas barreras económicas alzadas dentro de la producción capitalista. Por un lado, si debe haber ganancia, los trabajadores tendrán que producir más valor que el que consuman. Por otro lado, si debe haber acumulación, la clase capitalista y sus dependientes no podrán consumir toda la plusvalía. Si la clase trabajadora junto con la clase capitalista y sus dependientes no logran formar un mercado adecuado y comprar todas las mercancías producidas, entonces, aunque haya tenido lugar la explotación y se haya extraído la plusvalía, este valor no podrá realizarse. Luego señala Marx que esta barrera se exacerba continuamente a medida que el trabajo se vuelve más productivo. Con el incremento de la productividad y el consiguiente aumento en la composición del capital, el capital variable (es decir, el salario pagado a los trabajadores) constituye una parte cada vez menor del valor total de las mercancías. Esto significa que la capacidad de consumo de los trabajadores es cada vez menor respecto de las mercancías producidas: "Cuanto más productividad se desarrolla, más entra en conflicto con la estrecha base sobre la cual descansa la relación de consumo". La realización del capital es así bloqueada por el problema de la "estrecha base" de la capacidad de consumo. Debemos señalar que esta barrera no tiene nada que ver con el poder absoluto de producción de una población o su poder absoluto de consumo (indudablemente el proletariado puede y desea consumir más), sino que se refiere al poder relativo de consumo de una población dentro de las relaciones de producción y reproducción. 

Para poder realizar la plusvalía generada en el proceso de producción y evitar la devaluación resultante de la superproducción, Marx sostiene que el capital necesita expandir su territorio: "Una precondición de la producción basada en el capital es, en consecuencia, la producción de un ámbito de circulación en constante expansión, ya sea este un ámbito directamente expandido o con múltiples puntos interiores creados como puntos de producción". (p. 407). La expansión del terreno de la circulación puede ser lograda mediante la intensificación de mercados existentes dentro de la esfera capitalista, a través de nuevas necesidades y demandas; pero el monto salarial disponible para que gasten los trabajadores y la obligación de acumular de los capitalistas instalan una rígida barrera a esta expansión. Alternativamente, pueden crearse consumidores alternativos reclutando nuevas poblaciones dentro de la relación capitalista, pero esto no puede estabilizar la relación básicamente desigual entre oferta y demanda, entre el valor creado y el valor que puede ser consumido por la población involucrada de proletarios y capitalistas.  Por el contrario, los nuevos proletarios serán siempre un mercado inadecuado para el valor que ellos producen, por lo que sólo reproducirán el problema en una escala mayor. La única solución efectiva para el capital es mirar fuera de sí y descubrir mercados no capitalistas en los cuales pueda intercambiar sus mercancías y realizar su valor. La expansión de la esfera de la circulación por fuera del reino capitalista desplaza la desestabilizante desigualdad. Rosa Luxemburgo desarrolló los análisis de Marx del problema de la realización, pero cambió la inflexión del análisis. Luxemburgo conjeturó sobre el hecho que "los consumidores exteriores en tanto otros-además-de-los capitalistas son esenciales" (pp. 365-66) para que el capital pueda realizar su plusvalía, señalando esto como una indicación de la dependencia que el capital tiene de su exterior. El capitalismo es "el  primer modo de economía que es incapaz de existir por sí mismo, que necesita de otros sistemas económicos como medio y sustrato". El capital es un organismo que no puede sustentarse a sí mismo sin mirar constantemente más allá de sus fronteras, alimentándose de su ambiente exterior. Su exterior es esencial. Tal vez esta constante necesidad de expandir su esfera de control sea la enfermedad del capital europeo, o quizá sea también el motor que condujo a Europa a la posición de dominio mundial en la era moderna. "Tal vez, entonces, el mérito de Occidente, confinado como estaba en su estrecho ´Cabo de Asia´," supone Fernand Braudel, " fue haber necesitado al mundo, haber necesitado aventurarse hacia fuera de su propia puerta delantera".  El capital ha tendido desde sus inicios a ser un poder mundial, o, realmente, el poder mundial. 

Internalizando el Exterior

El capital se expande no sólo para satisfacer sus necesidades de realización y hallar nuevos mercados, sino también para cumplir los requerimientos del momento subsiguiente en el ciclo de acumulación, es decir, el proceso de capitalización. Luego que la plusvalía ha sido realizada en la forma de dinero (mediante mercados intensificados en el dominio capitalista y la confianza en los mercados nocapitalistas), esa plusvalía realizada debe ser reinvertida en la producción, es decir, volverse capital. La capitalización de la plusvalía realizada requiere ser efectuada para que el capitalista pueda asegurar el siguiente ciclo de producción necesario para obtener suministros adicionales de capital constante (materias primas, maquinaria, etc.) y capital variable adicional (o sea, fuerza de trabajo)-y eventualmente esto requerirá a su turno una extensión aún mayor del mercado para una realización
ulterior. La búsqueda de capital constante adicional (en especial más materiales y más nuevos) conduce al capital hacia un tipo de imperialismo caracterizado por el pillaje y el robo. El capital, asegura Rosa Luxemburgo, "saquea todo el mundo, procura sus medios de producción en todos los rincones del planeta, obteniéndolos, si es preciso, por la fuerza, de todo nivel de civilización y de todas las formas de sociedad...Progresivamente se torna necesario para el capital el disponer cada vez más del mundo, adquirir una ilimitada opción de medios de producción, tanto en cantidad como en calidad, de modo de hallar empleo productivo para la plusvalía que ha realizado". Para la adquisición de medios adicionales de producción el capital se relaciona y confía en su entorno no-capitalista, pero no internaliza dicho entorno-o, mejor dicho, no necesariamente torna capitalista a dicho entorno. Lo externo permanece externo. Por ejemplo, oro y diamantes pueden ser extraídos de Perú y Sudáfrica, o caña de azúcar de Jamaica y Java, perfectamente bien mientras esas sociedades y esa producción continúan funcionando mediante relaciones nocapitalistas. Por el contrario, la adquisición de capital variable adicional, el empleo de nueva fuerza de trabajo y la creación de proletarios implican un imperialismo capitalista. 

La extensión de la jornada laboral de los trabajadores existentes en el ámbito capitalista puede, por supuesto, crear fuerza de trabajo adicional, pero hay un límite para dicho incremento. Para el resto de esta nueva fuerza de trabajo el capital debe crear continuamente y emplear nuevos proletarios entre grupos y países no-capitalistas. La progresiva proletarización del entorno no-capitalista se constituye en la continua reapertura de los procesos de acumulación primitiva-y, con ello, en la capitalización del propio entorno no-capitalista. Es esto lo que Luxemburgo considera la verdadera novedad histórica de la conquista capitalista: "Todos los conquistadores han buscado la dominación y explotación de los países, pero ninguno se interesó en apoderarse de la gente de sus fuerzas productivas y destruir su organización social".  

En el proceso de capitalización el exterior es internalizado. El capital debe, entonces, no sólo abrir el intercambio con sociedades no-capitalistas o apropiarse de sus riquezas; tiene que transformarlas, también, en sociedades capitalistas. Esto es lo central en la definición de Rudolph Hilferding de la exportación de capital: "Con ´exportación de capital´ me refiero a la exportación de valor que pretende generara plusvalor afuera". Lo que se exporta es una relación, una forma social que se recreará o replicará a sí misma. Como un misionero o un vampiro, el capital toca aquello que le es extraño y lo vuelve propio. "La burguesía", escribieron Marx y Engels, "obliga a todas las naciones, bajo pena de extinción, a adoptar el modo burgués de producción; los fuerza a introducir lo que llama civilización en su interior, es decir, a volverse burgueses también ellos. En una palabra, crea el mundo a su propia imagen".  En términos económicos, esta civilización y modernización significan capitalización, es decir, incorporación dentro del ciclo expansivo de la producción y acumulación capitalistas. De este modo el entorno no-capitalista (territorio, formas sociales, culturas, procesos productivos, fuerza de trabajo, etc.) es subsumido formalmente bajo el capital. Debemos señalar aquí que el capital europeo no transforma realmente a los territorios no-capitalistas "a su propia imagen", como si todos estuvieran volviéndose homogéneos. De hecho, cuando los críticos marxistas del imperialismo reconocieron los procesos de internalización del capital en el exterior, subestimaron generalmente el significado del desarrollo desigual y de las diferencias geográficas implícitos en ellos. Cada segmento del exterior no-capitalista es transformado diferentemente, y todos son integrados orgánicamente dentro del cuerpo en expansión del capital. En otras palabras, los distintos segmentos del exterior son internalizados no según un modelo de similitud sino como diferentes órganos que funcionan juntos en un solo cuerpo coherente.

En este punto podemos reconocer la contradicción fundamental de la expansión capitalista: la confianza del capital en su exterior, en el entorno no-capitalista, que satisface la necesidad de realizar la plusvalía, entra en conflicto con la internalización del entorno no-capitalista, que satisface la necesidad de capitalizar a dicha plusvalía realizada. Históricamente, estos dos procesos han tenido lugar a menudo secuencialmente. Un territorio y población son primero vueltos accesibles en tanto exterior para el intercambio y la realización, y luego, incorporados adecuadamente al ámbito de la producción capitalista. Sin embargo, el punto importante es que, una vez que un segmento del entorno ha sido "civilizado", una vez que ha sido incorporado orgánicamente dentro de los recientemente expandidos límites del dominio de la producción capitalista, deja de ser el exterior necesario para realizar la plusvalía del capital. En este sentido la capitalización se alza como barrera a la realización y viceversa; o, mejor dicho, la internalización contradice la confianza en el exterior. La sed del capital deberá ser saciada con nueva sangre, debiendo buscar continuamente nuevas fronteras.

Es lógico suponer que llegará un momento en el que estos dos momentos del ciclo de acumulación, realización y capitalización, entrarán en conflicto directo y se socavarán mutuamente. En el siglo diecinueve el campo para la expansión capitalista (en recursos materiales, fuerza de trabajo y mercados) parecía prolongarse indefinidamente, tanto en Europa como en otros lados. En los tiempos de Marx la producción capitalista constituía una pequeña parte de la producción global. Sólo unos pocos países poseían una producción capitalista sustancial (Inglaterra, Francia y Alemania), e incluso estos países poseían aún extensos segmentos de producción no capitalista (agricultura basada en los campesinos, producción artesanal, etc.) Luxemburgo argumentó, sin embargo, que, dado que la tierra es finita, el conflicto lógico se tornará eventualmente una contradicción real: "Cuanto más violenta, cruel y acabadamente provoque el imperialismo el derrumbe de las civilizaciones no capitalistas, más rápidamente socavará el piso bajo los pies de la acumulación capitalista. Como el imperialismo es el método histórico para prolongar la carrera del capitalismo, es también el medio más seguro para conducirlo a un dulce final". 

Esta tensión contradictoria está presente durante todo el desarrollo del capital, pero se revela por completo en el límite, en el punto de crisis-cuando el capital se enfrenta con la finitud de la humanidad y de la tierra. Aquí el gran imperialista Cecil Rhodes aparece como el capitalista paradigmático. Los espacios del planeta se están cerrando, y la expansión imperialista del capital confronta sus límites. Rhodes, siempre aventurero, contempla deseoso y anhelante a las estrellas, frustrado por la cruel tentación de aquellas nuevas fronteras, tan próximas y, sin embargo, tan lejanas. Aunque sus críticas al imperialismo y a la expansión capitalista sean presentadas con frecuencia en términos estrictamente cuantitativos, en términos económicos, los objetivos de los teóricos marxistas son principalmente políticos. Esto no implica que los cálculos económicos (y sus críticas) no deban ser tomados seriamente en cuenta; significa, en realidad, que las relaciones económicas deben ser consideradas, dado que se hallan realmente articuladas en el contexto histórico y social, como parte de las relaciones políticas de mando y dominación. El objetivo político más importante para estos autores en la cuestión de la expansión económica es demostrar la ineluctable relación entre capitalismo e imperialismo. Si el capitalismo y el imperialismo están esencialmente relacionados, siguiendo está lógica, entonces cualquier lucha contra el imperialismo (y las guerras, la miseria, el empobrecimiento y la esclavización que derivan de él) deberá ser también una lucha directa contra el capitalismo. Toda estrategia política dirigida a reformar la configuración contemporánea del capitalismo a fin de volverlo no-imperialista es vana y superficial, puesto que el núcleo de la reproducción y acumulación capitalistas implica necesariamente expansión imperialista. El capital no puede comportarse de otro modo-es esta su naturaleza. Los demonios del imperialismo no podrán ser confrontados salvo mediante la destrucción del propio capitalismo.