sábado, 3 de octubre de 2015

Texto 2. “Antes narrábamos, ahora medimos y explicamos”


Filosofía 10° Recuperación (I  II)




Qué leyes rigen nuestro universo? ¿Cómo las conoceremos? ¿Cómo puede servirnos este conocimiento para comprender el mundo y con ello orientar sus acciones en nuestro provecho?

Desde los albores de la humanidad, los hombres se han sentido profundamente intrigados por preguntas como estas. Al principio trataron de dar sentido a las fuerzas que controlan el mundo aferrándose al tipo de conocimiento que les era accesible a partir de sus propias vidas. Imaginaban que cualquier cosa o quienquiera que fuera lo que controlaba su entorno lo haría de la misma forma en que ellos se esforzaban por controlar las cosas: originalmente habían creído que su destino estaba bajo la influencia de seres que actuaban de acuerdo con sus propios y variados impulsos humanos. Tales fuerzas impulsoras podían ser el orgullo, el amor, la ambición, la rabia, etc. El curso de los fenómenos se entendía como el capricho de dioses o diosas motivados por tales impulsos humanos, este curso tomaba forma en narraciones llamadas mitos. 

Pero, en el decurso de la historia se fue consolidando un tipo de conocimiento distinto, basado en una premisa fundamental: todos los fenómenos de la naturaleza tienden a repetirse, tienen un orden que no depende al parecer de nadie. Si se repiten puede encontrarse una manera de describirlos, explicarlos y hacer predicciones sobre el futuro. La precisión del movimiento del Sol en el cielo y su evidente relación con la alternancia del día y la noche, la implacable regularidad de las estaciones, incluso el complejo movimiento de los planetas en el cielo, revela una precisa regularidad. Si los cielos estaban realmente controlados por los caprichos de los dioses, entonces estos mismos dioses parecían controlar estar bajo el hechizo de leyes matemáticas exactas.

Pasaron muchos siglos antes de que el rigor del conocimiento científico hiciera posible desenredar las verdaderas influencias de los cielos de las puramente místicas.


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