Texto 2. “Antes narrábamos, ahora medimos y explicamos”
Filosofía 10° Recuperación (I II)
Qué leyes rigen nuestro universo? ¿Cómo las conoceremos? ¿Cómo puede
servirnos este conocimiento para comprender el mundo y con ello orientar sus
acciones en nuestro provecho?
Desde los albores de la humanidad, los hombres se han sentido
profundamente intrigados por preguntas como estas. Al principio trataron de dar
sentido a las fuerzas que controlan el mundo aferrándose al tipo de
conocimiento que les era accesible a partir de sus propias vidas. Imaginaban
que cualquier cosa o quienquiera que fuera lo que controlaba su entorno lo
haría de la misma forma en que ellos se esforzaban por controlar las cosas:
originalmente habían creído que su destino estaba bajo la influencia de seres
que actuaban de acuerdo con sus propios y variados impulsos humanos. Tales
fuerzas impulsoras podían ser el orgullo, el amor, la ambición, la rabia, etc.
El curso de los fenómenos se entendía como el capricho de dioses o diosas
motivados por tales impulsos humanos, este curso tomaba forma en narraciones
llamadas mitos.
Pero, en el decurso de la historia se fue consolidando un tipo de
conocimiento distinto, basado en una premisa fundamental: todos los fenómenos
de la naturaleza tienden a repetirse, tienen un orden que no depende al parecer
de nadie. Si se repiten puede encontrarse una manera de describirlos,
explicarlos y hacer predicciones sobre el futuro. La precisión del movimiento
del Sol en el cielo y su evidente relación con la alternancia del día y la
noche, la implacable regularidad de las estaciones, incluso el complejo
movimiento de los planetas en el cielo, revela una precisa regularidad. Si los
cielos estaban realmente controlados por los caprichos de los dioses, entonces
estos mismos dioses parecían controlar estar bajo el hechizo de leyes
matemáticas exactas.
Pasaron muchos siglos antes de que el rigor del conocimiento científico
hiciera posible desenredar las verdaderas influencias de los cielos de las
puramente místicas.
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